7 de agosto de 2008



Autora: Mónica Silva
Título: Cuento tonto


Cierta noche, una mujer lloraba sus penas de amor en la cresta de una montaña. Las lágrimas recorrían sus mejillas que columbraban entre la luz de la luna y alguna que otra nube que atravesaba el cielo estrellado y gélido.

No se oían palabras pero sí un llanto que estremecía y rompía el sosiego nocturno; era como un rezo, como una suplica al viento que, impertérrito se sacudía entre las rocas del paisaje.

Nada parecía acallarla, no reparaba en su entorno ni en el firmamento que con el titilar de las estrellas acompañaba la queja.

De pronto, y para sorpresa de ella, ante sí, apareció un hombre casi andrajoso y con su espalda curvada. Toda su apariencia era de un hombre mendigo que se quedó mirándola durante un tiempo prolongado, solo escuchaba sin interrumpir hasta que la mujer reparó que alguien la observaba.

Ella no sintió espanto ante esta aparición, se dio cuenta que no estaba sola y que alguien se había hecho eco de sus palabras y entendió que este varón podía prestarle oídos a su tristeza.

-¿Por qué estás tan cerca de Dios y llorando?- preguntó el hombre sentándose a un costado de la mujer.

Ella, pasando sus manos por su cara para secar las lágrimas, miró al hombre que tanta bonomía le transmitía y con voz tenue respondió.

- Lloro por el amor perdido, lloro por no olvidar el amor, y , en realidad…creo que nunca tuve ese amor.

- ¡Oh! ¡El mentado amor carnal que persiguen los hombres! –esa fue la lacónica respuesta del extraño visitante.

Casi incómoda e incomprendida, giró su mirada al infinito y prosiguió.

- Es que el amor es palabra, es comunicación, es estar, es decir lo que se siente, es…- y antes que pudiera concluir su frase, el hombre la interrumpió.

- ¿Ves allá?, mira fijamente en la lejanía y dime qué ves.

- Mar y cielo- dijo la joven casi turbada.

- ¡Estás viendo la unión del cielo y el mar! ¿O no?

El anciano que seguía sentado junto a la mujer, apoyó sus manos juntas sobre sus rodillas y siguió hablando.

- Si alguien te pidiera que corras hasta ese horizonte y llores allï tu pena, ¿qué dirías?

- ¡Eso es imposible! –contestó la mujer más atónita que antes- jamás podré llegar allá, ese horizonte no existe.

- €ntonces, no todo lo que se ve es lo que se ve- contestó el extraño individuo.

- Estás jugando con las palabras, hombre sabio.

- No juego con las palabras pero soy sabio- proclamó con voz suave mientras acariciaba el cabello de la mujer y casi con apuro se levantó.

- Escucha esto que voy a decirte: "Cada quién demuestra de manera diferente su amor”. Hay quienes no saben decir todo el amor que sienten y entonces, ¿aman menos?; hay quienes aman y no pueden consumar ese amor por motivos distintos, ¿aman menos?. Un privado de la libertad que pasa años alejado de la mujer que ama, sin poder decírselo, ¿ama menos?; el hombre que fue a la guerra y pasó años lejos de su amada, no podía decírselo, ¿amó menos? Sabes muchacha, cuando el amor es verdadero, no hay distancias ni tiempos que lo destruyan.

- ¡Pero yo necesito una palabra solamente!, eso me basta para sentir que me ama.

Con voz suave y animosidad explícita tomó las manos de la mujer que ya se veía calma, las colocó entre las suyas y retomó la palabra.

- ¿Qué siente verdaderamente tu corazón? y sé totalmente sincera, hurga en él porque allí está la respuesta a tu congoja.

- A vos puedo decirte que siento que él está en mi corazón, siento alegría de haberlo conocido, siento que hay algo imperceptible que nos une pero…- la aflicción volvió al rostro de la mujer.

El hombre le levantó la cara triste con su mano y mirándola a los ojos y con descontento susurró.

- Pero…pero…pero…no basta sentir el amor en ti!!!!!, deseas…necesitas….quieres…anhelas y quieres lo que todo el mundo quiere ¿todo el mundo busca el verdadero amor?

- Ahora soy yo la que no te comprende, vuelves a jugar con las palabras.

El hombre comenzó a alejarse lentamente mientras mostraba una leve sonrisa.

- ¡Pobre mujer! Tiene el amor del hombre que ama puesto en su corazón y no ha sabido recogerlo. No se ha dado cuenta que es la poseedora del verdadero amor y que es correspondido tal como su corazón se lo muestra.

Antes de desaparecer definitivamente se volteó hacia ella, la observó con mucho cariño y alcanzó a decirle.

- €scribe esto que hablamos y vuélvelo a leer cada vez que te acuerdes del amado lejano; allí encontrarás la respuesta.

Ya estaba camino hacia debajo de la montaña y se volvió a decirle:

- Las almas gemelas existen y se van a amar eternamente, quien halle la suya ha empezado a saborear la felicidad y no habrá mar, montaña o fuego que las separe, eso sí…- hizo una pausa, puso su índice sobre sus labios y como si le tirara un beso continuó –no siempre están, en esta vida, juntas.

La miró como quién deja un mensaje y espera réplica. Mientras, la mujer descendía detrás del hombre y apuraba el paso para que éste desentrañe su idea, en tanto, de la boca del caballero salían más palabras.

- No necesitan de consumar el amor físico para vivir, basta encontrarse y a partir de allí serán como dos chispas que se atraen pero se separan porque ambas tienen misiones que cumplir en esta tierra…lo raro está en que desde lejos y sin saber por qué, se siguen amando.

- ¡Detente hombre sabio! Dime algo más.

Así de golpe, tal como llegó, el hombre desapareció. El día comenzó a despuntar y aún mirando el horizonte la mujer sintió que su alma estaba enriquecida, que ya no estaba triste, sintió que alguien más allá de la montaña la amaba y siempre cuenta, a la gente de su pueblo, que tuvo un sueño muy bonito con un hombre sumamente sabio que le enseñó que existe otra maravillosa forma de amar.